Dentro de pocos días dejaré el departamento que alquilo en Copenhague. A mitad de febrero dejaré Dinamarca, rumbo al sud. Específicamente, me mudaré a Tolosa, Occitania, en el Mediodía francés.
El cambio de lugar de residencia se debe a que iniciaré un nuevo trabajo, en el marco de un acuerdo de cooperación científica danofrancés.
Es interesante, aunque algo agobiante, esto de mudarse cada tanto tiempo. Es lo que uno hace cuando es un "investigador móvil" ("mobile researcher"), según la denomicación oficial dada por la Unión Europea.
Terminado el doctorado, uno debe abrirse paso como profesional en la carrera de investigador. Eso requiere investigar, además del propio tema de trabajo, cuáles son las posibilidades de ir a un sitio o a otro, con quién vale la pena trabajar, qué se puede aprender y qué puede aportar uno a un determinado grupo de trabajo.
Lo positivo es que uno no esté atado a un lugar, que los contratos posdoctorales sean de un par de años y que eso permita agregar conocimientos a la manera de módulos que se van superponiendo.
Lo malo es que si se acaba el contrato y no aparece otro nuevo que resulte interesante, uno se queda en la calle. El trabajo de investigador es bastante precario y no ofrece muchas garantías a cambio de la competitividad enorme que exige. De todos modos, seguiré adelante.
Ahora mi movilidad me lleva de regreso a Tolosa, la ciudad de Gardel, donde viví varios años y aprendí dos idiomas: occitano y francés.
En una de ésas, otra movilidad me traiga de regreso a Escandinavia, cuestión de que pueda practicar un poco el danés, ahora que lo aprendí.
Y... acaso en algún momento deje de ser "móvil" y me instale en alguna parte con un bagaje interesante de conocimiento, cuestión de devenir anfitrión de otros viajeros de la ciencia. Que me contarán sus visiones y perspectivas.
Ya estoy embalando todo, vaciando el placard, cajones, alacenas... Es probable que escriba poco en las próximas dos semanas.
El cambio de lugar de residencia se debe a que iniciaré un nuevo trabajo, en el marco de un acuerdo de cooperación científica danofrancés.
Es interesante, aunque algo agobiante, esto de mudarse cada tanto tiempo. Es lo que uno hace cuando es un "investigador móvil" ("mobile researcher"), según la denomicación oficial dada por la Unión Europea.
Terminado el doctorado, uno debe abrirse paso como profesional en la carrera de investigador. Eso requiere investigar, además del propio tema de trabajo, cuáles son las posibilidades de ir a un sitio o a otro, con quién vale la pena trabajar, qué se puede aprender y qué puede aportar uno a un determinado grupo de trabajo.
Lo positivo es que uno no esté atado a un lugar, que los contratos posdoctorales sean de un par de años y que eso permita agregar conocimientos a la manera de módulos que se van superponiendo.
Lo malo es que si se acaba el contrato y no aparece otro nuevo que resulte interesante, uno se queda en la calle. El trabajo de investigador es bastante precario y no ofrece muchas garantías a cambio de la competitividad enorme que exige. De todos modos, seguiré adelante.
Ahora mi movilidad me lleva de regreso a Tolosa, la ciudad de Gardel, donde viví varios años y aprendí dos idiomas: occitano y francés.
En una de ésas, otra movilidad me traiga de regreso a Escandinavia, cuestión de que pueda practicar un poco el danés, ahora que lo aprendí.
Y... acaso en algún momento deje de ser "móvil" y me instale en alguna parte con un bagaje interesante de conocimiento, cuestión de devenir anfitrión de otros viajeros de la ciencia. Que me contarán sus visiones y perspectivas.
Ya estoy embalando todo, vaciando el placard, cajones, alacenas... Es probable que escriba poco en las próximas dos semanas.